La puerta mágica se abrió y en ella observé a esa flor, ¡en todo su esplendor!
Mis sentidos se perdieron en sueños quise despertar, mas la seda de tus manos acariciaron las mías, me sentí confundido al ver esos labios tan finos tan dulces, ¡tan tiernos!
Tu piel blanca, hermosa, dura, como esa bailarina me mostró esos encantos, me llevaste a laberintos insospechados.
¿Cómo decirle que no a ese aroma de tu piel?
Mis sentidos se perdieron en sueños quise despertar, mas la seda de tus manos acariciaron las mías, me sentí confundido al ver esos labios tan finos tan dulces, ¡tan tiernos!
Tu piel blanca, hermosa, dura, como esa bailarina me mostró esos encantos, me llevaste a laberintos insospechados.
¿Cómo decirle que no a ese aroma de tu piel?
A la melodía de tu voz, en ese gemido que recorre esas esferas donde antes había calma, hoy había una entrega.
Besé tus pies, recorrí tus rodillas, llegué y bese todo lo que mi alma quería, sentí tus manos siempre tan suaves tocar mi rostro y decirme que seguías siendo mía cual flor de primavera.
Justo cuando te creí perdida en ese oasis de la vida, tus prendas se fueron a ese sofá donde tu cuerpo, cual playa divina, se entregaba a las caricias del tiempo.
¿Cómo despertar de esta dulce droga?
De besar ese ombligo y tocar esos senos, besarlos así suavemente y mis manos, que recorrían cual escultura fina moldeaban esa cintura donde bebía del cáliz de tus labios.
Apagabas esa sed que me consumía, tu regreso marcó una nueva sinfonía donde tú eras mi musa y yo…
¡Ese escultor de la vida!
AUTOR: Eduardo
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